jueves, abril 20, 2006


Ojo con los antidepresivos para niños y adolescentes.
Pueden tener efectos secundarios que pueden llegar, incluso, hasta suicidio

Por Daniel A. CarpmanEFE Miami.-
El aumento del uso de antidepresivos tanto en niños como en adolescentes obliga a extremar el cuidado por los efectos secundarios de estos medicamentos utilizados a veces con cierta ligereza contra la depresión.
Esos efectos secundarios pueden ir, incluso, hasta intentos de suicidio, por lo que la Administración de Fármacos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA, en inglés) está analizando los últimos estudios relacionados con el uso de los antidepresivos.
Con estos medicamentos se trata de combatir la depresión que es un estado de profunda tristeza sin motivo, una gran inhibición de las funciones psíquicas o de la mente.
En total, la FDA ha revisado 15 estudios y escuchado testimonios tanto de pacientes como de familiares de jóvenes que intentaron suicidarse o que se quitaron la vida.
Muchos señalaron a los antidepresivos como la causa que llevó a sus seres queridos al suicidio.
El pasado mes de diciembre, el Departamento británico de Salud recomendó que los antidepresivos conocidos como Inhibidores de la Reabsorción de la Serotonina (SSRIs), que incluyen medicamentos como Paxil, Prozac y Zoloft, de uso muy difundido en EU, no sean indicados para menores.
Si bien la FDA no tomó medidas tan drásticas como el Reino Unido, alertó a los médicos sobre esos informes y estableció un panel de expertos con el objeto de estudiar el tema más a fondo antes de emitir una opinión definitiva.
Actualmente, la FDA ha aprobado un solo medicamento para tratar la depresión de los menores: Prozac.
Otros SSRIs han sido investigados en jóvenes deprimidos pero todavía no han demostrado suficiente efectividad al menos en estudios científicos controlados.
Una de las dificultades de probar la efectividad de estos medicamentos en jóvenes, es que estos tienden a tener un alto índice de respuesta a placebos.
Los placebos son las cápsulas inertes que no tienen ninguna actividad o efecto y que se usan en estudios de investigación para comparar los resultados con respecto de las medicinas activas.
Es decir que para probar que el antidepresivo es mejor que un placebo, la medicación debería tener una potencia tan extraordinaria que muchas veces se hace difícil y hasta peligroso de demostrar.
A pesar de no haber recibido aprobación formal de la FDA, varios SSRIs siguen siendo utilizados: 2,7 millones de niños menores de 12 años y 8,1 millones de adolescentes de entre 12 y 17 usaron estos medicamentos en el año 2002.
De acuerdo con el doctor Daniel Grosz, siquiatra infantil y Director Médico del Instituto de Investigaciones Farmacológicas en Northridge, California, "la postura de la FDA es destacable. Por un lado recomiendan a los médicos actuar con cautela en el uso de éstos medicamentos en los jóvenes".
"Tras años de experiencia con estos medicamentos en adultos se sabe, sobre todo, que en las primeras dos semanas de tratamiento, antes que se alcance el efecto pleno de la medicación, hay que prestar atención a la posibilidad de un aumento de impulsos suicidas", opina Grosz.
Por otro lado, -prosigue- decidir prematuramente que estos medicamentos no deben ser usados en jóvenes deprimidos puede llegar a despojar a muchos de ellos de un tratamiento que puede llegar a salvarles la vida".
El doctor Grosz, quien investigó sobre la depresión y el suicidio en adolescentes en el Albert Einstein College of Medicine en Nueva York, agregó que "investigaciones epidemiológicas de siquiatras infantiles sugieren que una de las razones de la disminución de suicidios entre los jóvenes se debe al mejor diagnóstico y tratamiento de la depresión clínica, justamente con los mismos medicamentos que ahora son foco de la polémica".
En agosto, la FDA volverá a reunir a un panel de expertos para analizar los resultados de los 15 estudios de investigación de antidepresivos en niños y adolescentes realizados hasta la fecha.
La polémica seguirá por un largo tiempo. Lo importante mientras tanto es abrir el debate. Los padres deberán hacer más preguntas y los médicos necesitan explicar a fondo los beneficios y los riesgos de estos tratamientos.
Dr. Daniel A. Carpman, especialista en medicina interna y dermatología.